lunes, 19 de diciembre de 2011

Discontinua. Parte I


Hasta cuándo.


Definitivamente le estaba sucediendo lo mismo de todas las noches, ya no podía dejar de pensar en él, era casi inevitable, tanto como poder borrar su mirada de sus ojos. 
Intentaba ocultar sus miedos disparejos en litros de alcohol y gramos de tabaco, no necesitaba sentirse bien, solo necesitaba no sentir. Ella quería no olvidar, quería recordar por siempre, esa era la única manera en la que podría sobrevivir, sus recuerdos la hacían sonreír una o dos veces al día; podía sentir sus brazos en su cintura mientras la cubría cada madrugada antes de escapar tras las cortinas, necesitaba fumar, era una afición, que mucho después le haría notar a ella que tal vez los cigarros valían más que ella, a veces ella quería ser cigarros otras no quería ser nada ni nadie, esta era una de esas noches.
Ya no entendía nada, ni siquiera sabía porque quería desaparecer si aún necesitaba tantas noches aferrada a su almohada, aún quería sentir la presión en sus ojos mientras evitaba no mirar atrás, ella aún debía gritarle cuanto aún lo amaba; no sabía qué hacer, algo en ella le decía que debía desaparecer, que ya no quería ser nadie, que ya no quería nada, no necesitaba nada más que cerrar los ojos, eso sería todo, nada divertido y mucho menos arriesgado, pero sin embargo era algo que sentía debía hacer, ella hubiese escogido mil mejores maneras de morir, pero nunca cerrando los ojos, tal vez pudo tirarse desde un puente, desde lo más alto, así podría saber que se siente volar, quitarse todos los estúpidos pensamientos de su mente y elevarse o tal vez caer, no importaba, ella solo quería volar, moriría volando, haciendo lo que más quiso en el mundo, a eso le podría considerar una muerte digna, pero no quería cerrar los ojos.
Por fin se decidió, se puso de pie y camino hacía el baño, saco el rollo entero de papel y se lo llevo, junto con el espejo que colgaba en la pared, quito un cojín del mueble y lo tiro en el piso; puso el espejo en el suelo y lo apoyo con un zapato, saco su cajetilla de cigarros que guardaba bajo su almohada y se sentó sobre el cojín; así terminaba aquella noche, ella sentada sobre un cojín en el suelo, viéndose llorar frente a un espejo, fumando y malgastando papel, lo cortaba a pedazos largos, por ratos eran cortes pequeños, quería pensar que el papel era su corazón, solo necesitaba pasarlo por sus ojos y luego terminaría en la basura.
Después de 4 horas se quedó dormida sobre el piso, logro terminarse su cajetilla y empujo el espejo al piso, esa noche no se repetiría en un par de semanas, ya lo había notado, esa idea de morir llegaba cada dos semanas, era obvio porque llegaba en ese transcurso; él la iba a visitar cada dos semanas, la buscaba, conversaban, la amaba y luego la dejaba, ella nunca entendió porque lo hacía, solo sabía que era él quien lo hacía y con eso le bastaba, solo quería que fuese él, eso era suficiente.
Abrió los ojos e inmediatamente los rayos de sol impactaron contra ellos, había salido el sol, el día parecía estar muy bien y porque no decirlo, hasta sintió ganas de ser feliz de buscar a aquellos amigos de los cuales no sabía nada hace mucho tiempo, volver a reírse con su mejor amiga, a la que una noche dejo por ir con él, ella nunca podrá perdonarle todo lo que le dijo y le hizo sentir, no lo podía creer, un hombre que solo cuando quería la buscaba, que la trataba como si fuese una cualquiera, que no podía ver en ella nada más que placer, un hombre así fuese a valer más que, hasta ese día, su mejor amiga… ella no podía recordar muy bien lo que le dijo, estaba un poco ebria –para variar- y no estaba segura de lo que dijo ni a quien se lo dijo, es más, desde ese día no volvió a hablar con ella, fueron otros los que le dijeron lo que había hecho, el gran error que había cometido, perdió a su mejor amiga, a su hermana, todo por alguien a quien ella amaba y que creía él también a ella, aunque a simple vista era muy fácil saber que él no la amaba, pero si se sentaban a conversar con ella por horas, tus perspectivas cambiarían, ella le ponía tanta verdad a las mentiras.
No quiso pensar más en eso. Pero ya no sabía en que mas pensar, sentía esas ganas inmensas de volver a ser feliz, de salir a la calle, montar su bicicleta y pedalear hasta la playa, sentarse en la arena, comprar algunos helados y esperar hasta que atardezca y en ese momento todo sería perfecto, ver el atardecer después de haber pasado todo un día en la playa. Quería hacer eso pero también quería quedarse en su casa encerrada, pensando en todo lo que la atormenta y contando los días, las horas, todo el tiempo que ya había pasado desde que él se fue. Sentía que todo a su alrededor estaba desfasado, fuera de órbita y lugar.
Mientras pensaba en qué hacer noto que el sol empezó a ocultarse y que las nubes grises regresaban a ese cielo ya acostumbrado a las tardes oscuras, a las noches frías y a inmortales madrugadas… No había más que hacer, se quedaría todo el día en su cuarto, ni siquiera pensaba en ir a saludar a sus padres o jugar con el gato, solo se quedaría en su cuarto tirada en el suelo.